Por @charly_compean
«Me gustaría que sepas que tú también mereces el mejor de tus cuidados, de tus apapachos, de tu respeto y de tu reconocimiento»
Personalmente, el 2021 fue para mí un huracán en muchos aspectos, uno que ha llegado a su fin y que ahora, reducido en fuerza y brutalidad, me permite ver con claridad el tamaño de sus destrozos y la resistencia de todo lo que quedó en pie.
Escribo desde el privilegio de ser una mujer que actualmente no es violentada por su pareja y que al contrario, juntos buscamos mejores y más sanas formas de acompañarnos. Sin embargo, este año me dejó ver que seguía siendo víctima de una violencia fantasma: mi falta de autocuidado.
Y hoy te lo quiero compartir porque tristemente no solo me descubrí a mí siendo violenta conmigo misma, sino que me di cuenta que muchas de las mujeres a mi alrededor también se lo hacían a ellas mismas y, si con mi testimonio puedo quitarle aunque sea un poco de fuerza a sus látigos, qué mejor.
¿Y cómo podemos reconocer esta falta de autocuidado?
Existe la creencia (machista, por supuesto) de que las mujeres somos mejores cuidadoras que los hombres. Y la trampa de esa creencia es que se nos enseña que el cuidado siempre se da hacia afuera, a los otros, a esos hombres que nos “necesitan” para lavarles y plancharles, para pedirles que no tomen o coman demasiado ni se hagan los machos con sus amigos en algún juego que ponga en riesgo su vida.
Y no solo eso, también tenemos que cuidarlos (sí, a los hombres) de sus emociones y sentimientos. No hay que herir su hombría. Tenemos que hacernos chiquitas para no espantarlos con nuestra fuerza o inteligencia, para no opacarlos.
“Pídele permiso a tu papá”, decía mi mamá para no provocar una discusión con mi papá sobre un tema en el que ella, como mi madre y figura de autoridad, bien hubiera podido opinar, tener voz.
Como si fuera un condicionamiento, cedemos nuestras opiniones y decisiones a las de los hombres en nuestros espacios sin pensarlo dos veces: nos ajustamos a sus planes, a sus presupuestos, a sus posturas sobre algún tema, incluso si se trata de nuestros amigos o de nuestro cuerpo.
“Cuando una mujer te dice que no tiene nada, te está mintiendo”, dicen en complicidad con sus amigos y se ríen. Pero, ¿qué pasa cuando quieres hablar de lo que sientes? Parece que el problema no es la mentira, sino que les gustamos menos cuando nos damos cuenta de las cosas y dejamos de ser dóciles, complacientes y sus cuidadoras.
Es así como poco a poco nos olvidamos de nosotras, porque en pequeñas acciones como estas vamos a cuidando a todos los hombres de nuestras vidas; padres, amigos, hermanos, parejas, jefes, compañeros de trabajo… A todos, menos a nosotras.
Me gustaría que sepas que tú también mereces el mejor de tus cuidados, de tus apapachos, de tu respeto y de tu reconocimiento. Mereces poder expresarte, poder defender tus opiniones e ideas, poder cuidar y vestir tu cuerpo como prefieras.
Deseo que desde hoy y todo el próximo año, seas tu prioridad.